El 23 de octubre de 1971, hace 40 años, se inauguró el Palau Blaugrana. Desde entonces, secciones como el baloncesto, balonmano y hockey patines disponen de casa propia.
En el programa electoral de Agustí Montal Costa, candidato a la presidencia del Barça en las
elecciones de diciembre de 1969, constaba como uno de los puntos fundamentales la imperiosa
necesidad de construir un pabellón deportivo para las secciones del Club, que hasta entonces no
disponían de recinto propio y debían disputar los partidos de casa en varias instalaciones de la
ciudad de Barcelona. Así, secciones tan importantes como el baloncesto, el balonmano y el hockey
patines jugaban “de alquiler” en el Palacio Municipal de Deportes, en el pequeño
pabellón del Picadero Jockey Club e incluso en la antigua zona deportiva del Camp Nou (al aire
libre).
Un coste de 135 millones
Los compromisarios depositaron su confianza en Monta, que se puso manos a la obra
rápidamente. Las gestiones para financiar la obra dieron como resultado el apoyo de las cajas de
ahorros y la concesión por parte de la Delegación Nacional de Deportes de una subvención de 42
millones de pesetas (el coste total acabaría siendo de 135 millones). El 24 de septiembre de 1970
se puso la primera piedra del futuro Palau Blaugrana. Los arquitectos Francesc Cavallé y Josep
Soteras fueron los artífices de una edificación que despertó la admiración de todos por su
vanguardismo, con una impresionante cúpula y una planta octogonal que facilitaba la visión desde
cualquier punto.
Una ceremonia inaugural austera
El 23 de octubre de 1971 fue un gran día para el FC Barcelona y para la ciudad. Ante la
presencia de las autoridades y personalidades del momento, a las 13 horas se cortó la simbólica
cinta inaugural y a continuación se descubrió una lápida escrita en catalán (toda una deferencia
institucional en tiempos de dictadura) en el que se podía leer: “Este Palau Blaugrana, obra
del esfuerzo de los socios con la colaboración de la Delegación Nacional de Educación Física y
Deportes, es una ofrenda más del Barcelona (sic) a su ciudad”. Después se celebró una
ceremonia inaugural sobria y austera, que consistió primero en un desfile de “señoritas
ataviadas con el traje regional” (como se pudo leer en la prensa de la época), que llevaban
las banderas española, olímpica, catalana, de la ciudad y del FC Barcelona. También desfilaron
otras chicas con las banderas de las peñas barcelonistas y representantes de las secciones
barcelonistas. La jornada concluyó con unas exhibiciones de gimnasia y judo infantil, y la
actuación de varios grupos sardanistas.
El voleibol, el primero en jugar allí
Ya por la tarde tuvieron lugar los primeros partidos de competición
liguera de la historia del Palau, abriendo primero el fuego, a las 17 horas, el equipo senior de la
sección de voleibol, que ganó al CN Badalona por 3-0. Horas después, a las 9 de la noche, fue el
turno del balonmano, pero en esta ocasión el Barça no pudo pasar del empate a diez goles contra el
BM Granollers, entonces líder de la Liga. Tauré, Morera y De Andrés eran las figuras barcelonistas
del momento.
Al día siguiente estrenaron el Palau los equipos de hockey patines y baloncesto. Los primeros
consiguieron una sensacional victoria contra el potente Reus Deportiu (5-2). Vila, Chércoles y
Villacorta eran los hombres más destacados de un Barça que desde hacía un año estaba dirigido por
Josep Llorente. Por su parte, el partido de baloncesto fue el único que no tuvo carácter oficial,
ya que fue un amistoso entre el Barça y una selección catalana formada por jugadores del Joventut,
del Picadero, del Sant Josep y del Manresa. Los locales se impusieron por 69-65, en un
enfrentamiento en el que Aíto, Soler, Flores y los estadounidenses Thomas y Carmichael fueron los
jugadores azulgrana más destacados.
Para menos de 6.000 espectadores
El Palau no destacaba por su tamaño. Con una capacidad inicial de sólo 5.696 espectadores
(ampliadas a 7.235 en 1994), sus dimensiones eran más bien reducidas, lo que contribuyó a generar
la llamada “magia” del Palau, ya que el calor de un público situado muy cerca de la
pista genera un ambiente de olla a presión que ha hecho vivir más de una remontada épica. Cuarenta
años después, el Palau espera el relevo de una nueva instalación deportiva que acompañe a las
secciones en pleno siglo XXI.