16.05.2009 11:09
30 años de la Recopa de Basilea
David Saura
Este sábado se cumplen 30 años de la conquista de la primera Recopa azulgrana. El 16 de mayo de 1979 el Barça derrotó en la final en Basilea al Fortuna de Düsseldorf por 4-3.
Para cualquier barcelonista de pura cepa, recordar qué pasó en Basilea hace tres décadas no supone
mucho esfuerzo: el primer gran título europeo y el primer desplazamiento masivo del barcelonismo.
En definitiva, la Recopa de Europa de Basilea, una combinación de fenómeno deportivo y social.
Un desplazamiento masivo
Sin duda, hablar de la final disputada en el Saint Jakob Stadium en 1979 es presumir
de barcelonismo: de los jugadores, de la afición, del color de las graderías, del simbolismo
internacional de aquella victoria. En plena transición democrática, las gradas del Saint Jakob
Stadium se convirtieron en el símbolo de un país, que quería demostrar en Europa la importancia que
nuestro Club tenía para Catalunya. Después de dos finales europeas perdidas en ciudades suizas,
Berna (1961) y Basilea (1969), el Barça volvía al pequeño municipio suizo con más de 30.000
aficionados apoyándoles. Nunca antes un club había conseguido mover a tanta gente en una final
europea de fútbol. Un público familiar, movilizado masivamente bajo el paraguas del sentimiento
culé, fue, además, una muestra de cordura y de civismo culé.
Nueva etapa deportiva
La noche de aquel 16 de mayo
llegaba en unas circunstancias deportivas algo peculiares. Los holandeses Michels y Cruyff habían
dejado el Club la temporada anterior y el equipo estaba en una situación poco sólida en la Liga -al
final se acabó en quinta posición- y eliminado en la Copa del Rey a manos del Valencia. Por todo
ello, el técnico francés Lucien Müller, el primer entrenador de la etapa del nuevo presidente Josep
Lluís Núñez, había sido destituido y Joaquim Rifé se había hecho cargo del equipo a media
temporada, con la voluntad de imprimir su carácter luchador a los jugadores. Lo consiguió.
Si alguna cosa caracterizó al equipo en aquella final fue el pundonor y la entrega de los
jugadores. No hay que olvidar que Migueli jugó con una luxación en el hombro y que Krankl lo hizo
poco después de saber que su mujer había sufrido un grave accidente de tráfico. Éstos son algunos
detalles que enaltecen el valor de la victoria y aumentan la épica de un triunfo basado en el
sobreesfuerzo y la implicación de los jugadores con el equipo.
Muchos goles
El partido tuvo algunos detalles poco habituales de una
final, como por ejemplo la gran cantidad de goles marcados (4-3). Sólo antes del descanso, ya se
habían hecho cuatro (2-2). Precisamente éste fue el resultado que se mantuvo, en una segunda parte
más aburrida, hasta el final de los noventa minutos. En la prórroga, el Barça, como había pasado en
el resto del partido, volvió a ponerse por delante, con un gol de Rexach, después de una
espectacular jugada del joven Carrasco, y otro de Krankl, que aquella temporada fue también el
'pichichi' de la Liga. A pesar de la incertidumbre generada por el gol de los alemanes en las
postrimerías de la final, la victoria no se escapó.
Las senyeres y las banderas azulgranas volvieron a tomar Saint Jakob Stadium, en una muestra
de lo que los jugadores de los Barça se encontrarían en su llegada en Barcelona. Con el presidente
Josep Tarradellas y el alcalde Narcís Serra esperando al equipo en los actos oficiales, Barcelona
salió a la calle masivamente para acompañar a los nuevos ídolos en un trayecto que la historia y
los títulos posteriores han convertido en habitual.