28.05.2009 11:42
Villa Aurelia también es azulgrana
David Saura (enviat especial)
Después del hito histórico en el estadio Olímpico, la fiesta se trasladó a otro punto de Roma, a Villa Aurelia, en los exteriores de un imponente palacete del siglo XVII, muy próximo a la zona de la plaza de San Pedro.
Jugadores, técnicos, directivos, patrocinadores y familiares pudieron disfrutar, hasta altas horas
de la madrugada, de una celebración especial. Y es que el triplete no se gana todos los días.
Del Olímpico a Villa Aurelia
A las pocas horas del rotundo éxito en el estadio Olímpico y habiendo cumplido con la
celebración en el estadio y la atención a los medios de comunicación, el equipo se trasladó en
autocar hasta el palacete de Villa Aurelia, en una zona apartada y exclusiva de Roma. Allí pudieron
cenar en un amplio bufete en los jardines de este espacio, rodeados de un entorno natural y de un
clima extraordinario, en un ambiente distendido y relajado.
A medida que pasaban las horas, los jugadores, vestidos con chándal y la tradicional ropa de
paseo, iban dejando el lugar de celebración para trasladarse hacia el hotel Grand Via Veneto,
ubicado en un punto más céntrico de la ciudad. De hecho, fueron muy pocos jugadores los que
aguantaron casi hasta el final, con el cansancio como principal reclamo para volver hacia el hotel.
Un espacio privilegiado
El escenario era magnífico y con tradición, construido hacia 1650 y que tuvo como primer
propietario al cardenal Girolamo Farnese. También es el lugar donde el año 1849 Giuseppe Garibaldi
estableció el centro de operaciones por la defensa de la República de Roma ante el ejército
francés.
Los jardines y edificios de este espacio estaban debidamente ambientados para la ocasión, con
clara simbología del Barça y muchas referencias a la final. Luces que convertían en azulgrana el
color de la fachada del palacio o algunas lonas y banderolas situadas en lugares estratégicos que
recordaban el reciente triplete son algunos ejemplos.
Dulce resaca
A medida que pasaban las horas, la comitiva de la celebración iba creciendo, con numerosos
aficionados que, durante bastante rato de la noche, estaban en el exterior de Villa Aurelia
esperando la posibilidad de ver a los jugadores. Pasadas las cinco de la mañana, cuando la claridad
ya comenzaba a aparecer en el cielo romano, la fiesta dejaba paso a una dulce resaca.