La artroscopia es una técnica, muy usada gracias a sus ventajas respecto a la cirugía tradicional abierta, que sirve para diagnosticar y tratar patologías en diferentes articulaciones como la rodilla o el hombro.
La historia de la artroscopia
En 1918, un profesor de Tokio fue el primero que examinó con un aparato llamado cistoscopia el
interior de la rodilla de un cadáver. La primera visualización se hizo con un instrumento de 7,3
milímetros, tamaño poco práctico para el uso rutinario. Con los años, estos instrumentos se fueron
refinando y aumentando su uso práctico. Por otro lado, a inicios de los años 30, otros científicos
como Finkelstein, Mayer y Burman comunicaron las primeras experiencias de la visión del interior de
la rodilla, junto con procedimientos de biopsia por punción. La artroscopia moderna, que se empezó
a practicar en la década de los años 60, requiere el uso de artroscópios flexibles, de fibra óptica
instrumental de altísima precisión para llevar a cabo los tratamientos adecuados.
La artroscopia es una técnica quirúrgica mediante la cual se diagnostican y se tratan lesiones
articulares. Su nombre proviene del instrumento llamado artroscópio, un aparato de tamaño reducido
que permite visualizar dentro de las articulaciones gracias a pequeñas incisiones hechas en la
piel. Una vez introducido el artroscópio por estos orificios, unas fibras ópticas trasladan las
imágenes a una pequeña cámara conectada a un monitor de televisión. Este no sólo permite al
cirujano diagnosticar el problema, sino también tratarlo.
Antecedentes
Antes de que se empezaran a tratar las lesiones articulares con artroscopia, cuando
un deportista sufría una lesión era operado realizando una incisión mucho mayor, que afectaba más
tejidos, por lo que el postoperatorio era más largo. Gracias a las mejoras en los artroscópios y
las cámaras, que permiten ver mejor las lesiones, la artroscopia se ha convertido en una de las
técnicas quirúrgicas más comunes dentro de la cirugía de las articulaciones.
Las ventajas
Las ventajas de la artroscopia respecto a la cirugía tradicional son muchas. Debido a
reducido tamaño del artroscópio, las incisiones alrededor de la articulación son poco agresivas y
las cicatrices menos importantes y, por tanto, los efectos colaterales de la cirugía se minimizan.
La menor respuesta inflamatoria disminuye las molestias del postoperatorio y posibilita un retorno
a la actividad física más vigorosa a las pocas semanas después de este procedimiento quirúrgico.
Además, la artroscopia permite realizar un mejor diagnóstico, ya que lo que se basa en los
hallazgos clínicos y en las exploraciones complementarias (resonancias, TC, etc.) Es, a veces,
incompleto. La reducción de posibles complicaciones y los efectos secundarios son otros aspectos
que hacen de esta técnica quirúrgica una cirugía menos agresiva. Sólo en el 0,1 o 0,2% de los casos
se pueden producir complicaciones, que son más frecuentes en los procedimientos abiertos.
Las de rodilla y hombro, las más comunes
La mayoría de lesiones articulares que sufren los deportistas y que requieren
cirugía son tratadas por esta técnica. Entre los diferentes tipos de artroscopias, las de rodilla y
hombro son las más comunes, ya que también son estas lesiones las que se producen con más
frecuencia. Algunas de las patologías que se pueden tratar por artroscopia de rodilla son las
roturas de los ligamentos cruzados, las roturas de los meniscos o determinados tipos de fracturas.
En las artroscopias de hombro, las lesiones que se tratan pueden ser luxaciones recidivantes,
calcificaciones tendinosas o patologías en el tendón de los bíceps, entre otros. Los deportistas
empiezan los procesos de rehabilitación pocas horas después de haberse hecho el tratamiento
mediante artroscopia. En las intervenciones con poca complejidad, ya sean de hombro o de rodilla,
el paciente podrá volver a la competición deportiva de seis a ocho semanas. Por otra parte, en
aquellas artroscopias más complicadas no será hasta más allá de los seis meses que el paciente
podrá realizar cualquier tipo de deporte como el baloncesto o el fútbol. Aunque es menos frecuente,
la artroscopia también se practica en otras partes del cuerpo como el codo, la muñeca, el tobillo o
la cadera.